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SECCIONES DE NUESTRA COFRADÍA
NAZARENOS-SECCIÓN INFANTIL-ANDEROS Y ANDERAS-SAMARITANAS-ROMANOS Foto: López
Quien visite Cehegín en la noche de Martes Santo –desde nuestra Cofradía les animamos a hacerlo- podrá presenciar una de las procesiones más espectaculares de la Semana Santa ceheginera: la solemne Procesión del Prendimiento de Cristo. Rememoramos con ella los momentos iniciales de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, cuando fue traicionado por uno de sus discípulos más queridos y apresado.Nunca hemos querido ser una Cofradía convencional, y muestra de ello es la presencia de varias secciones diferenciadas en la procesión. Nazarenos.
Son la base de nuestra Cofradía. Visten una preciosa túnica verde, color de la esperanza y uno de los tres colores de la bandera de nuestro pueblo. Cuando se creó la Cofradía la forma de las túnicas fue materia de un largo debate. Téngase en cuenta que una Cofradía totalmente nueva parte de cero para absolutamente todas las facetas de su funcionamiento. Dudábamos si incluir en nuestro atuendo la capa, el capirote alto o el verdugo sin capirote; incluso nos planteamos resucitar aquellas colas que salían antiguamente en Cehegín. Al final la Junta Directiva decidió añadir a la túnica no una capa convencional sino una estola dorada original, vistosa y espectacular, que viene a rememorar la forma de vestir de la antigüedad. De este modo se adoptó el segundo color de la Cofradía: el dorado. También se optó por un capirote de media altura que incorporase el escudo en el pecho y cíngulo o cordón dorado. Los nazarenos portan obligatoriamente un “hachón” de aluminio y madera rematado por un farol eléctrico que porta una bombilla. Dado que la procesión es nocturna, se produce el vistoso efecto de ver avanzar una fila uniforme de nazarenos con los hachones iluminados. Actualmente desfilan más de cien nazarenos, todos ellos adultos, intentando mantener el máximo orden, respeto y silencio propios del acto en el que se encuentran. Los nazarenos forman a la salida de la Procesión en el interior de la Iglesia de Ntra. Sra. de las Maravillas, y al llegar al final, en la Iglesia de Santa María Magdalena, entran al citado Templo y forman un círculo dejando espacio para la llegada de las imágenes. Los lugares más idóneos para disfrutar contemplando el paso de los nazarenos son la Avenida de la Libertad, cuyo recto trazado permite una perspectiva perfecta del desfile, y en el momento de la recogida, al que hemos hecho mención. Destacamos la labor realizada a lo largo de la Procesión por los organizadores del desfile, que incansablemente tratan de que los nazarenos desfilen en el máximo orden.
Foto: Juan Martínez
Sección infantil.
La Cofradía de la Pasión de Cristo ha tenido desde su fundación una clara orientación hacia la máxima rectitud y el máximo orden en el desfile. Por eso ha sido una Cofradía orientada a los adultos, y todos nuestros nazarenos lo son. Ahora bien, no podemos ignorar ni despreciar a los niños; antes al contrario, son nuestro futuro, nuestra cantera. Por eso el 18 de febrero de 2.004 la Junta Directiva aprobó la creación de la Sección Infantil de la Pasión de Cristo. La idea fue crear una sección independiente formada exclusivamente por niños; como si fuera una mini-cofradía propia. Y ha sido todo un éxito. Actualmente desfilan más de cincuenta niños con los verdes, y disponen de su propio Estandarte e incluso de su propio paso: el Divino Niño Jesús de la Cruz, que portan a hombros los pequeños anderos con un trono construido a medida. El orden con el que desfilan los niños es admirable y se ha convertido en toda una referencia en nuestro pueblo. Los niños visten la túnica verde, con el capirote abierto en el rostro, sin estola, y portando un bello hachón metálico rematado en su parte superior por el escudo de la Cofradía.
Foto: López
Anderos y anderas.
Los pasos de El Beso de Judas y Santa María Magdalena son portados respectivamente a hombros de anderos y anderas. En otros lugares de España se denominan “portapasos” o “costaleros”, pero en Cehegín el término exacto es “andero”, derivado de la palabra “andas”, que es otra forma de denominar el trono sobre el que desfilan las imágenes o grupos escultóricos. Cehegín, por medio de sus diversas cofradías, ha sido pionero en incorporar a las mujeres como anderas en las procesiones de Semana Santa; y también los verdes lo han hecho. Así pues, el Beso de Judas es portado por más de setenta anderos, que visten túnicas verdes y pañuelo dorado al cuello; y Santa María Magdalena es portada por más de cincuenta anderas que visten preciosas túnicas doradas con pañuelo verde al cuello. ¡Los anderos: esa piña de cehegineros valientes y fervorosos; esos que hace diez años eran adolescentes y hoy son hombres; notarios de un sueño, de una ilusión; que con orgullo y emoción dan vida a unas imágenes; que desfilan el trono haciéndolo moverse con elegancia y lentitud, como un gran barco a su llegada a puerto!¡Esas anderas que alumbran a la Cofradía como un puñado de dorados soles que refulgen en la noche de Martes Santo; que hacen brillar los destellos de sus túnicas mientras suben con esfuerzo la Cuesta de Moreno, o cuando bailan suavemente el trono en la Iglesia! ¡A esos cabos de andas: directores de la sinfonía procesional; ojos del trono; que con acierto y precisión dirigen sus complicadas maniobras!. Ante nuestros anderos y anderas no podemos quedarnos indiferentes: es necesario alabar sus esfuerzos. Para todo aquél que nos visite, le recomendamos que presencie la salida de los tronos del Convento –difícil maniobra de precisión- y su llegada a la Iglesia de Santa María Magdalena; y que disfrute con el paso de las imágenes por la legendaria calle de La Tercia.
Fotos: López Samaritanas. La Cofradía de la Pasión de Cristo ha de hacer honor a su nombre, y es obligado desfilar mostrando los símbolos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Los clavos, la corona de espinas, el cáliz, la cruz… Qué mejor forma de mostrar esos símbolos que siendo portados por las “samaritanas”. Se trata de un grupo de bellas mujeres, vestidas a la antigua usanza, con una túnica dorada, un velo traslúcido y un fajín verde, cada una de las cuales porta uno de los símbolos sobre un cojín verde. Actualmente la sección –que goza de autonomía organizativa- cuenta con aproximadamente treinta componentes, y desfilan en el primer tramo de la procesión, anunciando la inminente llegada, detrás de ellas, del paso de Santa María Magdalena, máxima expresión de la simbología de la Pasión y Muerte de Cristo. Fotos: López Romanos. La procesión del prendimiento en Cehegín cuenta con la representación del procurador romano Poncio Pilatos, que desfila rodeado de su tercio de soldados romanos. “No hallo delito alguno en este hombre”, dijo Pilatos a los sacerdotes del Sanedrín, refiriéndose a Nuestro Señor Jesucristo, y a pesar de ello, lo crucificaron. La sección del Tercio Romano es espectacular y muy vistosa. Aproximadamente veinticinco personas forman parte de ese Tercio. Visten una reproducción fiel del atuendo de las legiones romanas, incluyendo lanzas. Disponen de su propio Estandarte, y en un futuro la sección se verá mejorada e incrementada de forma espectacular, tanto en lo referente a la forma de desfilar como a la propia estructura del grupo. Foto: López Sección militar. El piquete de gastadores de la Base Aérea de Alcantarilla desfila con los Verdes desde la primera vez que procesionaron en Martes Santo, allá por el año 1.998, y lo hace de esa forma que sólo conocen los militares, con un paso marcial fruto de largas jornadas de instrucción en el cuartel. El piquete da empaque y elegancia a la procesión; los gastadores van marcando el paso con sus trajes de gala, mientras son admirados por los más jóvenes cehegineros. Cierra la procesión una sección de Tropa de la misma Base Aérea. Fotos: Antonio Sánchez de Amoraga el "vía crucis" Cada Viernes de Dolores la Cofradía de la Pasión de Cristo organiza un solemne Vía Crucis por las calles de Cehegín. La Junta Directiva de la Cofradía, ataviada con su uniforme oficial compuesto por traje negro, camisa blanca y corbata verde, cubre las estaciones del Vía Crucis portado la imagen de Cristo Crucificado, siendo acompañados por una multitud de cehegineros que recorren Cehegín rememorando la subida de Nuestro Señor al Monte Calvario y su Muerte y Resurrección. El Vía Crucis parte del Convento y recorre las principales calles de la zona nueva de Cehegín y de su casco antiguo. La calle San Agustín, Begastri, La Tercia, El Santo Cristo, Cuesta Moreno, calle Mayor, placeta de la Soledad, calle Poniente… son testigos del discurrir de una procesión silenciosa y cargada de fe. Foto: Juan Martínez
En la edición de 2007 de la revista de la Cofradía se incluyó un original artículo que refleja las sensaciones de un miembro imaginario de la Cofradía al ver pasar la procesión. Por su interés lo reproducimos a continuación: NO PIENSO PERDÉRMELO Pertenezco a la Cofradía de los verdes desde que se creó. Y hoy es Martes Santo, pero no voy a salir en la procesión. Hace una semana fui demasiado valiente por querer seguir jugando a fútbol como cuando tenía quince años, y mi valentía fue premiada con una escayola en la pierna. Mientras viva no me perderé una procesión de los verdes, por eso si hoy no puedo salir en ella, experimentaré una nueva sensación viéndola desde fuera.
Una indefinible ansiedad en mi cuerpo es el reloj que me apremia a vestirme y salir a la calle. Está oscureciendo y ya suben por la calle del Convento los nazarenos verdes, adelantando mi lento caminar con las muletas. Ellos no lo saben, pero cuando se creó la Cofradía la forma de las túnicas que llevan fue materia de un largo debate para todos nosotros: que si le ponemos capa, que si no se la ponemos; que si capirote alto, o verdugo sin capirote. Alguno hubo incluso que quiso resucitar aquellas colas que salían antiguamente. Al final nos decidimos por ponerle a la túnica una estola dorada que puede ser un poco más incómoda pero sin duda es original, vistosa y espectacular. Es curioso que después de haberlas adoptado nosotros hemos vistos estolas parecidas en otras cofradías de la Semana Santa de Cehegín. Precisamente, y respecto a las túnicas, cuando voy subiendo por la calle del Convento y llego casi a la altura de la antigua Boutique Atrio, la que llevaba Antonia, me acuerdo de Josefina la modista, que nos las viene cortando y cosiendo desde hace diez años. Si tienen ocasión, fíjense, porque la confección es perfecta. Yo no entiendo de eso, pero Josefina las ha cosido con una especie de solapas que las hacen únicas.
Mira, acaba de salir de su casa Isidro, que vive un poco más arriba. Cuando me ve se acerca y me saluda: “Lástima que este año no puedas salir con nosotros. Ánimo. Me voy para arriba, que tengo que recibir a los militares que vienen de Alcantarilla”. Mientras lo veo como se marcha a toda prisa me doy cuenta de que si el piquete de gastadores viene todos los años a Cehegín es gracias a Isidro. Gracias a sus desvelos, a sus llamadas, a sus visitas a la Base de Alcantarilla. Nunca podremos pagarle lo suficiente el esfuerzo que tuvo que hacer para que aquél ya lejano año 1.998 viniera el primer piquete a desfilar. La verdad, es justo reconocerlo, es que a los militares los hemos acogido con tanto cariño que ya no cuesta trabajo que vengan a Cehegín.
Cuando con esfuerzo alcanzo el atrio del Convento parece una olla a presión donde se mezcla el verde de los nazarenos, de los anderos y de los niños, el dorado de las anderas –qué guapas son-, el azul de los militares, el marino de los músicos, y el negro de los trajes encorbatados de las autoridades. También bullen los romanos con sus trajes brillantes y las samaritanas con sus velos; los organizadores de la procesión corren de un lado a otro como desquiciados. Las mujeres se dedican a colocar bien las estolas a quienes no las llevan correctamente. Vamos a recoger los hachones, grita uno. Venga, que va a empezar, dice otro. Los anderos, que pasen al Convento. Los músicos, que se preparen. Esperad un momento, que se me han olvidado los guantes. Voy a cambiarme de zapatos, que no los he traído negros. Los militares están formando junto a la capilla de San José. Los músicos empiezan a afinar sus instrumentos, y suenan los primeros acordes discordantes. Los niños no parar de moverse de un lado a otro perseguidos por sus madres. Piensen lo que quieran, pero no es fácil organizar a más de trescientas personas.
Cojeando entro en el interior del Convento, donde reina la pura contradicción: la Iglesia es lugar de recogimiento, pero en ese momento es un caos. Los nazarenos empiezan a formar. Mira como corren Nicolás del Toro y Andrés el Cava intentando poner un poco de orden. En un rincón, Paco Ciudad y Barea, con sus trajes de terciopelo parecen nerviosos y preocupados, pues dudan que todo ese lío sea capaz de organizarse. Todos me saludan. No escatiman palabras de ánimo, pero yo me siento muy solo en mi incapacidad y empiezo a sentir una tristeza que nada ni nadie puede aliviar. Yo tenía que estar ahí, ayudando a los míos, dando los últimos toques a los tronos, ayudando a poner bien los cíngulos. Veo cómo el Soria y Alfonso Ciudad tratan desesperadamente de que los anderos y las anderas vayan colocándose bajo las varas de los pasos. Un poco más allá, Pedro y el Mateo están repartiendo a los pequeños los cetros y eligen a los niños que van a cargarse con el trono del Niño Jesús. A Pedro se le ve exultante, como si también fuera un niño. Fue él quien se empeñó en que teníamos que sacar un paso para los críos, y quien consiguió que Fray José nos dejara esa imagen tan preciosa del Niño en la Cruz, al que por ese motivo todos llamamos cariñosamente Pedrito.
Las hijas de los Cavas y el Pepe, el cuñado de Andrés, reparten los últimos hachones que sacan del baptisterio; Juan el Cava y Juan Fran están subidos en sillas junto al paso de la Magdalena y encienden las velas de los faroles; Juan Manuel se ha metido debajo del trono grande del Beso de Judas y ha conectado las baterías. El paso se ilumina, y todos giran sus miradas y dejan escapar una exclamación por lo bellísimo que está. Me tengo que ir de aquí, o me arrollará la marabunta. La Banda de Tambores y Cornetas empieza a hacerse oir; los militares del piquete echan a andar. ¿Dónde está Juan Diego con el estandarte? Por allí viene con su hijo. Los primeros nazarenos en desfilar son los niños. Ya ha empezado la procesión; Alfonso da tres golpes y las anderas se han cargado con el trono, con ganas, con ilusión, vamos allá. Antes de salir, mis ojos tropiezan con la más guapa. Desde su camarín nos mira a todos con paciencia y con resignación. Pero que lío habéis armado, parece decirnos. Pero en su infinita bondad sabe que todo lo hacemos por Ella y para Ella. Creo que la he visto sonreir, eclipsando a la Gioconda. Hasta luego, Madre nuestra.
Cuando el trono de las mujeres sale del Convento, la Banda de Música toca el himno nacional. Es una maniobra difícil pues el trono casi no cabe por el hueco, y pasa con gran dificultad dejando apenas un par de centímetros de margen a cada lado. Me emociono viendo cómo las anderas hacen verdaderas contorsiones para salir y me emociono escuchando los acordes de nuestro himno y los primeros aplausos de algunas personas que han subido al Convento a ver cómo sale la procesión. Salgo del atrio y me bajo a contemplar la segunda de las maniobras más complicadas, el momento de la salida de los pasos por la cuesta del lateral, junto a la capilla de San José. Es una maniobra dificilísima pues el giro es de 180º en apenas unos metros. El trono ha de girar sobre sí mismo sin apenas avanzar. Los cabos de andas demuestran su pericia. Alfonso consigue que el trono de Santa María Magdalena salga del Convento cuando el piquete que abre la procesión ya casi está llegando al Porvenir. Poco después es Juan Manuel el que ha de emplearse a fondo, pues el paso del Beso de Judas es muy largo, mucho más que el de la Magdalena. Me admiro de ver con qué precisión los anderos se compenetran y ejecutan la maniobra lenta y perfectamente.
Pero quiero ver la procesión entera, de principio a fin, y para ello me voy a bajar poco a poco hasta la Avenida de la Libertad. Allí me tomaré un café en el Dámaso y la esperaré.
La Avenida de la Libertad es uno de los mejores lugares para ver la procesión de los verdes. Al principio todos éramos un poco escépticos respecto de esa calle, pues ninguna procesión pasa por ella, pero la verdad es que el resultado fue excelente. La calle es estrecha, larga y recta, y la Cofradía se luce en todo su esplendor cuando la atraviesa. La gente se agolpa cuando comienzan a oirse los tambores. La Banda Infantil de tambores y cornetas abre la procesión; tocan tan bien, que uno piensa que esos jóvenes con diez años más serán unos virtuosos.
El piquete de gastadores de la Base Aérea pasa desfilando de esa forma que sólo conocen los militares fruto de largas jornadas de instrucción en el cuartel. El piquete da empaque y elegancia a la procesión; los gastadores van marcando el paso con sus trajes de gala, mientras son admirados por los más jóvenes cehegineros. Sonrío al recordar aquella ocasión en la que el mando del piquete nos dijo que jamás habían subido marcando el paso por una cuesta tan empinada como la cuesta Moreno.
Ahí llegan los niños de la Sección Infantil. Llevan una seriedad inusual, desfilando como profesionales. Los anderos que cargan con el Niño Jesús de la Cruz van disfrutando al ver que todo el mundo los mira. Creo que es una gran idea que una Cofradía haya creado una sección específica para los niños con su propio estandarte, su trono y su imagen, y con personas dedicadas expresamente a organizarlos. Ahí está la cantera de los verdes, los que en el futuro cargarán con el paso grande y dirán con orgullo que salen con los verdes desde que eran pequeños. Oigo a algunos niños del público decir a sus padres que ellos también quieren salir en la procesión.
En esto llega Juan Diego con el Estandarte principal y detrás de él los primeros nazarenos. La procesión va muy ordenada. Da gusto ver las procesiones con nazarenos de verdad y en buen número, no como pasaba antes en Cehegín que los nazarenos eran pocos y tan jóvenes que apenas llenaban la túnica. El deseo de los verdes sería que sus nazarenos desfilaran como en Cartagena pero eso en Cehegín es imposible, y eso que en esta procesión se guarda una seriedad poco usual en nuestro pueblo. Las samaritanas llegan portando los símbolos de la pasión y poco después el paso de la Magdalena. Con el nuevo trono que tallaron los hermanos Juan y Andrés, los adornos florales del Pepe Valera, y la luz tenue de las velas, la imagen de Santa María Magdalena resplandece. Alfonso ha tenido dificultades para reunir a las anderas pues lamentablemente el furor que hace unos años sintió la juventud por la Semana Santa ha ido en declive, pero el esfuerzo ha valido la pena. Yo sé que las anderas a estas alturas ya van quejándose de que el paso pesa mucho y de que no pueden más, pero llegarán hasta el final una vez más.
Oigo a la Banda de Música Los Curros de Bullas tocar los acordes de la marcha pasionaria que Francisco Corbalán compuso para los verdes. Espero que dentro de unos años la marcha se convierta en un clásico; nosotros nos sentimos muy orgullosos de ella pues no todas las cofradías por muy antiguas que sean tienen el honor de que se les haya dedicado una marcha.
Después de que pasen más nazarenos veo a Diego caracterizado como Poncio Pilatos rodeado de su tercio de romanos. Al principio tuvimos serias dudas acerca de la sección de romanos pues existía el peligro de que se convirtiera en una especie de carnaval. Y el primer año algunos espectadores –muy pocos- así lo creyeron, pero se les congeló la risa en el rostro cuando vieron que Diego desfilaba con total seriedad y no se trataba de ninguna broma. Lo curioso es que la sección cada vez es más numerosa y tenemos continuas solicitudes para ampliarla, lo que significa que la apuesta que hicimos en su día ha salido bien. El Beso de Judas se acerca, imponente. Los anderos –casi todos salen desde el primer año- han creado un grupo compacto y fuerte. Ahora sí tenemos un paso del que presumir: el trono es grande y se desliza como un gran barco llegando a puerto, la olivera parece reencarnada del huerto de los olivos, las flores le dan un aire campestre acorde con la escena que enmarcan, y las imágenes son casi humanas. Es tal su realismo que a veces cuando las miras parece que efectivamente Judas va a besar al Señor. Me fijo en la bolsa de monedas que Judas lleva en su mano derecha, y que como hace dos mil años, lleva en su interior las monedas que pagaron una traición. La bolsa de nuestro Judas no lleva monedas de plata, pero lleva euros. Antes de que el trono se aleje me acuerdo de las anteriores imágenes de Beso de Judas, y sonrío, pues son como la noche y el día. Ahora las antiguas adornan nuestra recién estrenada Sede, en el Convento.
Faltan por pasar: la Banda de música de Cehegín y, tras las autoridades, la sección de tropa de los paracaidistas cerrando la procesión, pero yo prefiero ir subiendo poco a poco hasta la Iglesia.
Mientras me agoto por el esfuerzo de andar con las muletas pienso en la temible Cuesta de Moreno. Es terrorífica para los anderos, que tienen que hacerle frente cuando llegan ya cansados al Santo Cristo. Coordinar la subida de la procesión por la cuesta y que no se noten grandes pero inevitables cortes es muy difícil, y suele salir bien gracias al buen hacer sobre todo de Nicolás y de Andrés. Los pasos inician la subida de la cuesta a paso ligero, y no pueden pararse ni sufrir el mínimo traspiés, pues sería una tragedia. A mitad de la cuesta el esfuerzo es sobrehumano, y hay que gritar unos cuantos vivas para llegar al final. La recompensa, descansar sudorosos en el Mesoncico.
Cuando llego a la Iglesia la procesión está entrando por la puerta que hay en la cuesta del lateral. Los nazarenos se van colocando en el interior dejando el hueco libre para los pasos, la Iglesia está abarrotada de gente, y la agitación va poco a poco aumentando. Entran los niños y el paso pequeño del Niño Jesús, luego los Curros de Bullas, y después el paso de la Magdalena, con una precisión que oculta el cansancio de las anderas. Suenan los acordes de La Madrugá y mientras aquéllas se van colocando, hace su aparición el Beso de Judas. Se me saltan las lágrimas de emoción viendo los dos pasos frente a frente, bailando un precioso vals imaginario con las túnicas de los anderos y anderas ondeando al vaivén de los tronos.
La procesión termina definitivamente cuando cada paso queda en su sitio y la Banda de Música da el último golpe. La procesión termina, pero comienzan las felicitaciones. El alivio del trabajo cumplido y bien hecho como un bálsamo para el cansancio. Los nazarenos se abrazan, los anderos se desperezan para deshacer el dolor de hombros y riñones. Las autoridades y los invitados charlan satisfechos e impresionados por lo que han visto. Para los verdes ha terminado una procesión más, aunque mañana se pondrán a trabajar para comenzar a organizar la del próximo año. Para mí ha sido una experiencia nueva ver la procesión desde fuera. Aunque el público no lo vea, los verdes desprenden un aura cargada de recuerdos y vivencias que sólo percibimos los que hemos estado codo con codo trabajando para verla crecer. Pero ¿saben una cosa?: no hay comparación posible; si es bonito ver pasar la procesión, es mucho mejor vivirla desde dentro. Y así pienso seguir haciéndolo, Dios mediante, mientras viva y tenga salud. Pero ahora voy a dejar de escribir estas líneas porque se me ha acercado Paco y me ha dicho que me baje con él en el coche, que vamos a tomar algo con ellos como suelen hacer al terminar la procesión. Y eso tampoco pienso perdérmelo.
Daduic A.
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